
16 Jul Ladrón de amor
Permitidme que os explique una historia con final feliz.
Tim tiene 52 años y es apicultor. Su vida es norma excepto por el hecho de que, en su casa, además de a sus hijos y nietos, acoge a 7 jóvenes.
Cuando tenía 3 años, su madre le abandonó atándolo a un poste eléctrico de la carretera. Su padre alcohólico se hizo cargo de él, y bajo los efectos de la bebida, cuando Tim tenía 5 años, le dio una paliza hasta el punto que no pudo volver a caminar hasta los 8 años. Estuvo durante años ingresado en el hospital recuperándose y después viviendo en reformatorios donde fue maltratado. Finalmente, a los 12 años, se instaló en la calle, donde vivía robando.
El odio le ayudó a sobrevivir. De hecho, no sabía lo que era el amor. Un día en una estación vio un abrazo entre un padre y un hijo, y creyó que el padre le estaba haciendo daño al niño.
Afortunadamente la vida le dio la oportunidad de ver el amor en los ojos de un policía, y en los ojos de un vagabundo que le enseñó a leer con periódicos viejos y arrugados. Un buen día, llamó a una puerta desconocida y le preguntó al chico que la abrió, si tenía padre, madre y hermanos. Y así fue como conoció el amor de familia.
Como dice Tim, él era un ladrón de amor, aprendió copiando momentos de amor. Descubrió que su peor prisión era el odio. Si quería elevarse, debía dejar lastre. Pudo perdonar a su padre.
Hoy Tim es un ejemplo para los desesperados. Ha creado una gran familia con todas las personas que acoge en su casa. No amaba a los seres humanos, y hoy le enamoran.
La historia de Tim Guernad, la podéis leer adjunta en La Contra de La Vanguardia del 6 de julio de 2011.
“Veo al niño que llora dentro de cada paciente”, afirma Luigi Cancrini, psiquiatra.
También yo veo el niño o la niña que llora, como lloraba Tim. Lo veo en cada una de las personas a las que tengo el honor de acompañar en su dolor. Todos tenemos heridas, a veces no duelen demasiado y podemos ir viviendo con normalidad. Pero de repente recibimos un golpe en nuestra vida, quizás incluso un golpe pequeño, y la herida dormida se despierta y nos duele tanto que nos cuesta seguir con nuestro día a día y ser felices. Como Tim, con todo el amor y la serenidad se pueden curar estas heridas. El dolor puede convertirse en un renacer, en una alegría de vivir que nos enamora.
LA CONTRA DE LA VANGUARDIA: «Una mirada amable puede cambiarte el destino»
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