Elisabeth. Emprendedora. 22 años.

Pedí acompañamiento porque estaba pasando por momentos complicados, no eran traumáticos, pero a mí me costaban. Aunque pensaba que podía superarlo sola y con el apoyo de mi círculo, para mí era importante estar con otra persona que su trabajo consistiese en escucharme y acompañarme con la mente y el corazón abierto. Eso no significa que me diera todas las soluciones, porque no siempre me las daba.

Lo que obtuve del acompañamiento fueron muchas cosas. Por una parte, un tiempo solo para mí, para cuidarme, para explicar y que me escuchasen. Y eso ya inmediatamente me hacía sentirme más relajada. Por otra parte, como punto clave, me ayudó a poner en palabras y nombrar las cosas que me pasaban. Me ayudaba que sabía ver a través de la persona, veía qué necesitaba, entendía lo que había, me sentía muy comprendida. Realmente podía explicar las cosas.

Es importante que quién me acompañe sea una persona sabia, que ha vivido mucho. Que sepa escuchar bien sin juzgar pero que también sepa hacerte buenas preguntas. Entenderte y ver por dónde vas y saberte guiar, no solo escucharte. Ahora está muy de moda que te hagan solo preguntas y las respuestas las tienes tú. Pero a mí me gusta también que me dé su opinión porque confío en sus valores y experiencias.

Me daba mucha tranquilidad, más confianza en mí misma, más seguridad en casi todos los ámbitos y me abría la mente a cosas que antes quizás no pensaba, y me pude conocer mejor. Y todo esto para mi tiene mucho valor, conocerse mejor, tener más paz, más calma y entender que estoy en el camino adecuado. En la última sesión me dijo que la ansiedad y la soledad podrán ir volviendo, y esto no sabes cuántas cuantas veces me lo he repetido, ahora cuando llegan les digo “Hola, aquí estáis” y sigo adelante.